No es ningún secreto que vivimos en un mundo altamente proteccionista, donde esta sea quizá una de las razones de la magnitud de la crisis financiera.
Comencemos por la definición de Proteccionismo: el proteccionismo es el desarrollo de una política económica en la que, para proteger la producción de productos del propio país, se imponen limitaciones a la entrada de similares o iguales productos extranjeros. Esto es, se limita la importación de mercancías mediante la imposición de aranceles e impuestos que producen un efecto de encarecimiento del producto de tal manera que no sea rentable.
El razonamiento es bien simple, y se atribuye a Abraham Lincoln la siguiente afirmación: “Yo no sé gran cosa de aranceles. Lo que sí sé es que cuando compro una chaqueta de Inglaterra, yo me quedo con la chaqueta e Inglaterra con el dinero, mientras que si la compro en Estados Unidos, yo me quedo con la chaqueta y Estados Unidos con el dinero”.
Los argumentos a favor del proteccionismo esgrimidos por sus defensores son:
- razones de seguridad nacional e independencia económica
- aumentar el nivel de desarrollo industrial, imposible inicialmente sin algún tipo de protección o tutela,
- superar desequilibrios crónicos de la balanza de pagos
- conseguir un desarrollo económico armónico entre las diferentes regiones del territorio y áreas de la actividad económica.
La razón principal que esgrimen los proteccionistas, sin embargo, es la de alcanzar la autarquía nacional, es decir, la autosuficiencia de su país en materia económica. En cuanto se pusieron difíciles las cosas en la crisis 2008-2009, los países decidieron cuidar sus industrias y fuentes de trabajo frente a la recesión mundial, y han cerrado sus fronteras a productos importados.
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Imagen – adobemac