La historia de los mercados financieros está llena de periodos de burbujas que llegadas a un determinado punto explotan como globos demasiados hinchados. En nuestra memoria aún tenemos presentes, aunque no lo hayamos vivido personalmente, el crash de 1929, la llamada burbuja de las puntocom a principio del 2000 o el desplome del mercado japonés en la década de los 90. Evidentemente hay muchos más ejemplos; en realidad muchos más de lo que pensamos (incluso fuera del ámbito estrictamente bursátil), o de lo que nos quieren hacer creer; y estos fenómenos también se producen con una frecuencia mayor de lo que indicarían los modelos tradicionales.
Lo interesante es que todas estas burbujas tienen una estructura común. Algunos investigadores han descubierto en efecto que antes de explotar estas burbujas siguen un modelo matemático conocido como LPPL (Log Periodic Power Law). No me preguntéis los detalles de esta fórmula matemática, pero lo cierto es que este modelo, aunque muy estudiado y muy debatido, habría sido capaz de identificar con un margen de error bastante limitado el final de la burbuja de internet o, más recientemente, el final del crash de la bolsa china (vea gráfico adjunto). Incluso sería capaz de identificar lo que podríamos llamar las anti-burbujas, activos que han caído que forma dramática y que están a punto de darse la vuelta.
Por supuesto, hablar del estallido de una burbuja a posteriori, una vez que ha ocurrido el evento, es más fácil que anunciarlo mientras se están inflando los precios. Pero hay que reconocer que tener un modelo a mano para realizar estas predicciones es un avance considerable. Difundirlo sería también útil para evitar que el pequeño inversor se vea una y otra vez atrapado en estas fases de exuberancia irracional (por cierto, ¿sabíais que el fondo de renta variable que más partícipes tiene en nuestro país?… Un fondo de renta variable tecnológico, prueba de que la última burbuja de las puntocom sigue teniendo su impacto sobre los inversores).
Fernando Luque
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