Ya casi somos europeos del todo. Cuando hace más de cuarto de siglo se firmó el Tratado para entrar en la UE, veíamos con recelo lo que ocurría en el día a día del resto de los europeos, preocupados por los precios que allí se manejaban. La gasolina valía casi el doble que en España, los alimentos se pagaban mucho más caros, los restaurantes nos parecían todos de lujo, el IVA era un impuesto que teníamos que poner en España y que daba miedo, los colegios eran más caros, ir al médico costaba dinero (impensable entonces aquí), se alquilaban más pisos que se vendían, etcétera. Eso sí, siempre nos quedaba el consuelo de pensar que en la Europa avanzada se ganaba cada vez mucho más dinero, con lo que se podían permitir alquileres mensuales que duplicaban el Salario Mínimo en España (SMI), coches que aquí se consideraban de lujo y venir de vacaciones a nuestras playas con un saco sin fondo lleno de dinero.
Pues bien, ya tenemos casi su nivel: pagamos por ir al médico y por parte de las medicinas que necesitamos, en los colegios se plantea dejar tres euros solo por llevar el tupper de comida, cuesta el doble que antes llenar el depósito de gasolina, el IVA sube hasta el máximo y es el pan nuestro de cada día, junto con la prima de riesgo y la inflación, ha mejorado el parque de coches, se venden más coches de segunda mano y el alquiler ha dejado de ser algo residual, para convertirse en la única salida de muchos jóvenes, etcétera. Eso sí, ya no nos queda el consuelo del salario, ahora resulta que somos europeos en el gasto, pero seguimos siendo los españoles de hace casi dos décadas en los salarios.
Mal asunto. Y eso porque la crisis financiera mundial nos ha pillado en pleno pinchazo de la burbuja inmobiliaria o por la excusa que queramos poner. Es como si no hubiese valido nada lo andado hasta ahora, incluida una década de bonanza económica. La situación no es buena, pero los españoles hemos demostrado una cosa en todos estos años: cuando tenemos las condiciones mínimas para poder competir, estamos a la altura de cualquier europeo. La competitividad exterior de nuestras empresas lo demuestra y es hora de que lo demostremos también dentro. Sólo falta que en los cuatro meses del año que quedan de plena actividad se puedan poner esas condiciones, la primera de las cuáles es clave: crédito para que las pymes españolas puedan funcionar. Las medallas de las Olimpiadas se han salvado con cierta honrilla y el descanso de agosto ha dado tiempo para prever este final de año crucial. Tal vez sea el momento de empezar a ser europeos cada vez en más cosas y no quedarnos a medias, como ahora.